El desván transitado por ásperas angustias mustias,
El dedal corrompido deja brotar carmín murria.
Tanta melancolía regurgita el ser, sepia, químicos y viejo papel.
El pecho agitado expele aún por encontrar el amor,
dulce sabor que corre entre las venas y nutriendo la piel llega al originario,
las manos como recuerdo vívido elevan el cuerpo marchitado
por golpes de la vida,
por desencuentro,
por errores etéreos.
Etílica sobre la arena,
desvanecida sobre la nieve.
La luminiscencia verde
y el aura violeta le hacían caminar torcido
mientras atacaban las voces que tumbaban toda esperanza,
las notas desentonadas
la voz rota y las manos cubiertas de magma aún.
Deambulaba
acabada,
ilusionada.
Ella con su acto de regresión
por las luces apagadas,
por las personas que ahora descansan sin vela,
por las horas anheladas con la otra mitad amada.
Armada sin armas en la lucha,
sin alas.
Vestida de blanco aún entraba a la sala
mientras suspiraba calor
y el frío en la frente le hacía perder el equilibrio.
Una sonrisa le iluminaba
y le impregnaba energía,
un ángel,
una guía
luz que sana la herida.
En bucle de fondo su canción deseando encontró un salvador,
noches de pasión ahora rondan como motas en la habitación
no hay dolor, solo una flor, calor, color y amor.
Los días nunca habían tenido pigmentos rosáceos
un escalofrío ahora agita cada filamento,
juntos de las manos en el techo mirando a Lyra en el firmamento,
un beso despide los malos recuerdos.
Elias Calix